jueves, 25 de julio de 2013

¿No necesitamos banderas?


Simón Bolívar tenía un sueño: que todos los pueblos latinoamericanos se unieran en una sola gran nación, sin deferencias políticas ni culturales; después de todo, cada uno de los habitantes tenían sangre indígena y un pasado cultural común. Esta unión tenía que ser de forma pacífica y voluntaria, creyendo plenamente en el concepto de sinergia. Hoy, Estado Unidos, a través de distintas formas intenta emular el sueño de Bolivar, pero al “Tío Sam way” y proyectando esta unión a escala mundial. ¿Será esta una idea con buenas intenciones o debemos ser precavidos ante la arremetida yanqui?

Hasta hace 10 años, la forma predilecta de Estados Unidos para imponer su cultura en países opositores a sus ideales, principalmente de Oriente, era el uso de las armas. El último gran conflicto de este estilo fue la aún no terminada Guerra de Irak, hecho justificado por el auto-atentado a las Torres Gemelas, que ha significado en el largo plazo, la desencadenación de múltiples guerras civiles en distintos países de la zona. El denominado hard power (“Cultura Mainstream”, Frédéric Martel) estaba de moda. Sin embargo en los últimos años USA ha preferido dar una vuelta a la tuerca y optar por usar el soft power para domar a los rebeldes. Esta estrategia de propagación es muy similar a la que ha utilizado durante décadas con la gran mayoría de países occidentales, conquistando cada uno de los espacios de las personas, bajo la gran mentira de la globalización, que incluye entre otras cosas, el sistema económico, el cine, la televisión de pago y como principal caballito de batalla, el internet.

En Chile actualmente los jóvenes de menos de 25 años pasan hasta 6 horas conectados en la web, consumiendo contenidos de todo el mundo…occidental. Es difícil preguntarle a algún adulto joven profesional promedio sobre alguno de los conflictos de oriente y que pueda dar una respuesta informada sobre el tema o que conozca sobre el grupo musical más famoso de Afganistán. Sin embargo, es muy fácil poder encontrar a alguien que sepa quién fue el ganador del último campeonato de la NBA o el ganador de un MTV music awards. Esta situación quizás no parezca tan grave, pero lo que si es para considerar es que sin que nosotros nos demos cuenta, la homogeneización de conocimientos en occidente nos va mentalizando para que cada vez nos sintamos más norteamericanos sin serlo efectivamente. Esto trae como consecuencia, a su vez, que nos volvamos más egoístas y menos sensibilizados ante los problemas de la otra mitad del mundo. Un ejemplo muy clarificador es el último “atentado” sufrido por Estados Unidos, en la maratón de Boston, donde fallecieron 6 personas. Nuestros noticiarios dedicaron largas horas al incidente, relatando historias tan emotivas sobre las víctimas que emulaban la película Disney más tierna. Ese mismo día, en Siria, murieron 20 personas producto de un atentado explosivo a una plaza mercante. La noticia ni siquiera fue cubierta en la sección otros de la televisión, porque estábamos muy acongojados y enfurecidos con los iraníes terroristas que vinieron a desestabilizar nuestro mundo feliz.

La pregunta que hay que hacerse es: ¿Podrá Estados Unidos poder generar ese mismo sentimiento globalizado a los pueblo del “otro lado del mundo”? Personalmente creo que es imposible. Pueblos de oriente, específicamente los adoctrinados por el Islam, han demostrado ser lo suficientemente leales a sus ideas como para que en algún momento puedan verse avasallados y sometidos a Hollywood, Wall Street o Starbucks. Por otra parte, sus líderes religiosos y políticos se han encargado de mantener a raya la llegada de las conexiones a internet. Para el ser humano, todo lo desconocido suele ser causa de temor. Es así como la mayoría de la población ve a este tipo de mecanismos poco tradicionales para ellos como elementos que podrían llegar a ser nocivos (gran maniobra de los líderes de esos pueblos). Ha llegado a tanto el interés por ahuyentar a las fuerzas occidentales, que países como India, que es el tercer país con más musulmanes en el mundo, han invertido mucho esfuerzo y grandes sumas de dinero para idear su propia “cultura urbana”, similar a la norteamericana, pero con el sello nacional. El ejemplo más emblemático de todos es la industria de cine india “Bollywood”, que hace más de mil películas al año, con personajes muy similares a los del cine occidental, pero con características propias de su cultura, que los transforma en una industria más cercana a ellos.


En el mediano plazo es de esperar que llegué el momento en que las ansias de conquista lleguen a tal punto que a Estados Unidos no le quede más remedio que recurrir nuevamente a su vieja y añorada estrategia del hard power, inventar algún conflicto y poder hacer una entrada triunfal en esta cultura tan resistente. Mientras tanto, países como India seguirán teniendo una tradición e identidad sólida que debiera servir como ejemplo para que los pueblos latinoamericanos, de una vez por todas, entiendan y reconozcan la tremenda riqueza cultural que poseen. Si bien el llamado no es a renegar todos los elementos adquiridos por la globalización, si es necesario sacar lo mejor de este y complementarlo con los elementos propios de cada país, porque al fin y el cabo, en este caso es necesario, por el bien de nuestro pueblos, si marcar la diferencia con Estados Unidos, si son necesarias las banderas.