martes, 4 de junio de 2013

FE



  10 de Mayo del 201x. Un otoñal mediodía y un amigo del colegio me invitaban a emprender la agotadora tarea de entregar curriculums en algunas tiendas Starbucks, con la intención de ocupar el cargo de barista. Hay 5 locales distintos de la famosa cafetería, dispersos en el centro de Santiago. Si bien uno de otro no están muy alejados, ir a la totalidad de locales nos implicaba recorrer una distancia no menor. Sin hacerlo de forma intencionada, empecé a pasar por lugares a los que no iba desde hace varios años. Calle Compañía, Museo de Arte Pre-Colombino, Santa Lucia con Agustinas, entre algunos de ellos, me trajeron inevitablemente a mi cabeza recuerdos nostálgicos de lo que yo siempre injustamente denomino “tiempos mejores”. Y como siempre, estos tiempos mejores te incluyen a ti. Estoy seguro que en mi corazón ya no queda sentimiento alguno parecido al amor que pertenezca a tu persona, pero ¿Por qué te sigo extrañando? ¿Por qué te sigo necesitando? Hace más de un año que ya no estás conmigo y quizás algo más, desde que tu corazón ya no late por mí. Según he sabido, tienes tu vida hecha, puedo o no puedo considerarla una basura, pero de acuerdo a tus estándares, estás consiguiendo cada una de las cosas, que con una combinación de rebeldía y timidez, me decías que querías hacer en el futuro.
No creo que te acuerdes, pero estoy escribiendo estas líneas en el lugar que me dijiste por primera vez “te quiero” y en el que yo sólo atiné a responderte con un beso, luego que te apoyaras sobre mi hombro. Tampoco creo que sepas (ni te interese), esa fue la primera vez que alguien me decía “te quiero”,  es un momento que nunca podré olvidar. Llegue, tras 4 largos años y por casualidad, nuevamente al sitio exacto, el mismo sofá, el mismo frío y sentí el mismo calor que en ese momento, cuando tus labios pronunciaron esas dos poderosas palabras.
Me gustaría que me vieras y que te dieras cuenta cómo he cambiado, pedirte que lo intentemos otra vez, que me dieras un beso como sólo tú sabes dármelos e irnos de la mano hacia algún lugar desconocido para poder rehacer nuestras vidas. Pero no, lo pienso fríamente y no corresponde, ni ahora, ni en un año, ni nunca. Nuestros caminos están demasiado apartados, con rumbos diametralmente opuestos, y deseo que eso siga así.
Sólo me queda felicitarte por poder haber vuelto a sonreír con sinceridad frente a alguien, por haber recuperado esas ganas de luchar por otra persona. Espero con humildad y sinceridad, que él te pueda hacer una mujer tan dichosa como alguna vez yo conseguí hacerlo contigo.
Eres feliz y me gusta que seas feliz.
D.